El empresario, maquillador y fotógrafo, Raphael Oliver, desde muy joven sintió una profunda atracción por el maquillaje y la belleza femenina.

Para dar rienda suelta a esta pasión e influenciado por sus tíos, comenzó a incursionar en el mundo de la fotografía como hobby.

Al hacer retratos de amigos y personas cercanas, se dio cuenta de que faltaba un elemento para que sus fotografías brillaran más: El maquillaje.

A partir de ahí, comenzó a estudiar por su cuenta, dando una mirada diferente a las portadas de revistas, catálogos de maquillaje y todo lo que podía tener acceso para comenzar a sumergirse y comprender más sobre el vasto mundo del maquillaje. Usando su intuición, se animó a comenzar su primer maquillaje con amigas cercanas, y después de recibir cumplidos, estaba seguro de que había algo reservado para él en el mundo del maquillaje.

Al crecer en un pequeño pueblo, no tenía contacto con el mundo de la moda y la belleza, lo máximo que podía hacer era soñar e imaginar cómo convertiría su ardiente pasión por el arte en su profesión.

Se licenció en marketing y luego trabajó en publicidad y fotografía, y en todo este recorrido el maquillaje siempre ha estado presente.

Tras el estímulo de una de sus compañeras de trabajo, Raphael Oliver participó en una evaluación en un salón de belleza, en la que fue aprobado y comenzó su carrera como maquillador profesional, que fue su puntapié inicial en la industria de la belleza.

Su pasión y disciplina llevaron a Raphael Oliver a convertirse en un maestro en el maquillaje profesional, desde sus looks más simples hasta los más elaborados con técnicas de luces y sombras, colores, texturas y efectos, llevándolo al reconocimiento internacional no solo como maquillador, así como un educador en todo el mundo.